Hace un tiempo respondí a un tuit acerca de lo “antinatural” que era el aborto haciendo referencia a cómo en la naturaleza existen fenómenos parecidos y que, por tanto, son completamente “naturales”. Aquello se viralizó un poco y entre falacias naturalistas que iban y venían se me dio por pensar que era interesante escribir sobre cómo es el infanticidio y el feticidio en el reino animal.
Trataré el infanticidio sobre todo en mamíferos, aunque también mencionaré otras clases de animales, en qué condiciones emerge y qué rol cumple en machos y hembras. Al final de la entrada, hablaré del infanticidio en nosotros, pero no desde los datos criminalísticos, sino en cómo el infanticidio ha estado presente en nuestra historia evolutiva como rasgo antropológico relacionado con la mortalidad infantil, que seguro que a más de uno le va a sorprender.
La intención es mostrar la plasticidad que presenta este fenómeno natural, a qué responde su existencia y las diferentes estrategias que siguen los individuos tanto para llevarlo a cabo como para contrarrestarlo.
El infanticidio masculino
El infanticidio por parte de los machos se ha visto como una estrategia reproductiva al incrementar las oportunidades de apareamiento, ya que con ello se acelera el retorno fértil de las hembras, algo bien sustentando en algunas especies de primates, carnívoros, roedores y cetáceos, aunque no en otros (quizá porque el éxito reproductivo se puede obtener de forma indirecta, como mejorando el estatus futuro propio y de los hijos).
Así, la muerte de una cría finaliza el período de amenorrea lactante (cese de los ciclos ovulatorios durante la crianza) en la madre, adelantando el período en el que ella está de nuevo disponible para la subsecuente fertilización. Las variables que afectan a esta estrategia son principalmente la competición entre machos y la historia de la vida reproductiva de la hembra.
De esta forma, el infanticidio debería producirse en mayor proporción allí donde pocos machos copulan con muchas hembras y monopolizan dichas oportunidades reproductivas. En este estudio¹ con 260 especies de mamíferos (119 con infanticidio y 141 sin él) por ejemplo, se analizó cómo la variación en la organización social y los sistemas de emparejamiento pueden favorecer o prevenir la evolución del infanticidio por los machos.
Una lactancia larga (relativa a la gestación) y la ausencia del celo post parto, dos rasgos en la historia de la vida que afectan al ciclo fértil de las hembras, se asocian al infanticidio. Esto sugiere que los machos infanticidas ganan oportunidades extra de apareamiento gracias al adelanto en el ciclo fértil de las madres víctimas del infanticidio.
El infanticidio ocurre más frecuentemente donde la reproducción es monopolizada por unos pocos machos, que suelen tener períodos más cortos de dominación en especies con infanticidio. En este sentido, una alta monopolización favorece el infanticidio al permitir a los machos maximizar sus éxitos reproductivos en sistemas donde la dominación se ejerce durante poco tiempo. Por ejemplo, en leones hablamos de tasas de infanticidio del 27%, y del 30% en 19 de 29 poblaciones de primates.

La presencia permanente de muchos machos se asocia a menor infanticidio, al aumentar los costes (mayor defensa de los padres) o menos beneficios (no monopolización de las hembras). Esto se ve alterado cuando llegan nuevos machos al grupo.
Esta hipótesis de la ganancia de cópulas encaja bien con las especies comentadas, pero no en otras, como en aquellas donde la reproducción es estacionaria, por lo que el infanticidio no serviría para adelantar el estado fértil de la hembra. En este sentido, en aves se ha propuesto que el infanticidio responde a un mecanismo para conseguir espacio de cría y/o adquirir pareja en primer lugar.
El infanticidio tiene una enorme variabilidad incluso en un mismo género de familias. Por ejemplo, en el babuino Chacma representa un 38% de la mortalidad infantil, que se ve reducida en el babuino anubis. Las tasas de ocurrencia en una población pueden variar con el tiempo, incluso en el babuino Chacma mencionado, hay épocas del 0% y otras del 75%. O como ocurre en ardillas rojas, que existe un infanticidio solo cuando se produce un exceso de alimento.
En las poblaciones mejor estudiadas parece claro que el infanticidio no es simplemente una aberración o un subproducto de otros caracteres o condiciones biológicas, sino que representan una estrategia de adaptación para los machos en determinadas circunstancias.
Su significado adaptativo es muy variado y como tal es esperable que haya sido una fuerza selectiva para la propia biología de la hembra, a la par incluso que la depredación o la alimentación. Estas contraestrategias femeninas giran en torno al incremento de los costes para el infanticida o la rebaja de los beneficios, así como la directa terminación del embarazo (como veremos más adelante). En las leonas observamos estas estrategias anti infanticidas casi a la vez: si pueden, se aparean con todos los machos posibles para confundir la paternidad; cuando son lactantes y con crías ya mayores, tienden a apartarse del grupo; si se encuentran a otros machos, huyen o tratan de agredirlo; si tienen crías pequeñas, confían en el apoyo de otras hembras del grupo.
A su vez, estas estrategias femeninas conlleva la intensificación de las masculinas, lo que puede provocar otros fenómenos como la coerción sexual, la competición espermática, etc. Pero eso ya es otro tema.
Infanticidio femenino
En el caso de las hembras, el infanticidio responde a otras necesidades, en este caso aumentando las probabilidades de supervivencia de su descendencia y el mantenimiento (o ascenso) de su estatus dentro del grupo. En este estudio² con mamíferos se observó infanticidio femenino en 89 de las 298 especies analizadas (tanto en libertad como en cautividad), variando su frecuencia según la organización social y el ciclo de vida de los individuos de cada especie, siendo más frecuente en especies donde las hembras crían en grupo e invierten mucha energía en la reproducción.
Específicamente, este tipo de infanticidio ocurre cuando la descendencia de otra hembra amenaza directamente a las crías de la infanticida, al limitar el acceso a los recursos críticos (alimento, refugio, posición social, cuidados, etc.). Tampoco está modulado por el grado de parentesco y, ocasionalmente, las hembras sacrifican a crías familiarmente cercanas.
El acceso a los recursos tiene una fuerte incidencia en la expresión de este tipo de agresividad en hembras. El infanticidio se observa más frecuentemente en especies que se enfrentan a duras condiciones climáticas, por lo que sus esfuerzos reproductivos son mayores; en estas condiciones, el infanticidio serviría para aumentar la supervivencia de las crías de quien lo comete.
Los condicionantes ecológicos también influyen en los infanticidios de aquellas especies que no cohabitan socialmente -el infanticidio extraterritorial-, aquellas hembras que desean tener más recursos liberando espacio, pueden atacar madrigueras u otros espacios de cría donde otras dan a luz y así tener más recursos para criar a su propia descendencia.
En grupos sociales grandes, el tamaño del grupo puede afectar al nivel de infanticidio, ya que si el grupo crece rápido, los recursos serán menores. En estas especies, el desalojo de individuos (jóvenes) es frecuente cuando el grupo crece mucho, por lo que matar a crías puede ayudar a limitar la competencia futura y evitar que uno de los expulsados sea la cría de la infanticida. Algo parecido ocurre en aquellas especies donde el rango social se refuerza a través de la descendencia, el infanticidio ayudaría a consolidar esta posición limitando la descendencia de hembras rivales. Y en algunas especies la tasa es enorme y principal fuente de mortalidad infantil.
Es complicado inferir una historia evolutiva sobre el infanticidio en determinadas especies al ser posible que el infanticidio emergiera en un momento dado como una estrategia bajo una presión particular (recursos internos) y luego se pudiera extender a otros contextos (competición por territorios), lo que explicaría por qué algunas especies que cometen infanticidio intragrupal también lo haga extraterritorialmente.
Feticidio: efecto Bruce
Un fenómeno relacionado con el infanticidio es la pérdida prenatal inducida por el macho, un aborto que ocurre cuando una hembra embarazada finaliza su embarazo al ser expuesta a un macho que no es el progenitor del feto, teniendo dos fenómenos claros: el feticidio sexual seleccionado y el Efecto Bruce. Y este fenómeno puede haber sido más habitual en el reino animal que el infanticidio.
El feticidio sexual seleccionado ocurre cuando el macho agrede directa o indirectamente a la hembra y ésta termina el embarazo, ya sea por daño directo al feto o por inducir una respuesta estresante que induce al aborto (como acosarla). El efecto Bruce ocurre cuando una hembra finaliza el evento conceptivo tras estar expuesta a un macho que no es el progenitor, es decir, sin necesidad de que el macho agreda (aunque esto puede ocurrir); este contacto puede ser físico, químico (exponerla a los olores de otro macho) o visual.
En el ratón común, en el ratón ciervo, en la rata gris (alcantarilla) y en el gerbil de Mongolia, el efecto Bruce ocurre en el momento previo a la implantación del blastocito, una vez implantado, el aborto no se produce; en cambio, en otras especies, como los topillos, caballos domésticos y salvajes, perros domésticos, los geladas o ciertos babuinos, el efecto Bruce se produce una vez producida la implantación.
En ratones, el efecto Bruce es predominantemente inducido por estímulos quimiosensoriales, como la exposición a la orina de un macho no progenitor (de hecho, con machos parientes no ocurre este efecto). En otros animales, como caballos o perros parece que la exposición visual es la que produce este efecto.
En cuanto al feticidio inducido por los machos, parece seguir los mismos mecanismos químicos, neuronales e inmunes que cualquier otro estímulo estresante. Por ejemplo, la agresión directa de machos inmigrantes en los babuinos amarillos, o el ascenso de un macho al mayor rango del grupo en los geladas induce la pérdida del feto al ser una época de mucho estrés.
Para los machos, el feticidio comporta más ventajas reproductivas que el infanticidio, ya que tienen que esperar menos tiempo para que las hembras reinicien su ciclo fértil de nuevo. El efecto Bruce y el feticidio no provocan los mismos costos para ellas, por lo tanto, tampoco las potenciales ventajas, de haberlas, son las mismas. Esto indicaría que el efecto Bruce también podría ser adaptativo para las hembras: una hembra embarazada debe sopesar el valor de cada oportunidad reproductiva a lo largo de su vida fértil; así, cuando una hembra recibe una pista confiable que alerta de un ambiente poco propicio para el desarrollo del embarazo, debería desviar los recursos del potencial embarazo hacia su propia supervivencia. En este caso, la presencia de un macho potencialmente infanticida desencadenaría esta respuesta adaptativa.
Por un lado, los machos se benefician de imitar los desencadenantes “naturales” estresantes que provocan la interrupción del embarazo en una hembra; por otro lado, las hembras que sufren un aborto producto de la presencia de un macho estaría “ahorrando” recursos, ya que el riesgo de infanticidio una vez nacida la cría es alto. De esta forma, el efecto Bruce que se da previa a la implantación del blastocito en el útero habría evolucionado como una respuesta adaptativa de la hembra para ahorrar en recursos ante el alto riesgo de feticidio e infanticidio.
En este escenario, la selección natural habría favorecido tanto a los machos que fueran capaces de inducir este efecto sin necesidad de agredir (mayores costos) como a las hembras que ante estas pistas se indujeran el aborto, evitando así también más costos (pérdida de recursos energéticos, agresión de los machos, etc.).
Si el riesgo de feticidio o infanticidio es bajo, un proceso como el efecto Bruce conllevará más perjuicios que beneficios (si no hay riesgo de pérdida, se pierde una oportunidad reproductiva). Si el feticidio/infanticidio es alto, pero la inmigración de nuevos machos también lo es, de nuevo, el efecto Bruce es costoso, porque la hembra nunca llevaría a cabo su embarazo dado que los cambios en las jerarquías serían más rápidos que lo que dura el intervalo intergenésico (tiempo entre dos embarazos) y estaría todo el rato interrumpiendo su embarazo. Esto explicaría por qué el efecto Bruce no se da en babuinos chacma, donde el infanticidio es muy alto y el período de reemplazo en el rango es de 6 meses y el intervalo intergenésico es de 6 meses; pero, en cambio, observamos que en los gelada – especie de diferente familia pero muy cercana filogenéticamente- con un reemplazo en la jerarquía cada 3 años, el efecto Bruce es predominante, ya que las hembras tienen un período entre embarazos de 2,4 años, tiempo suficiente para abortar ante la llegada de un nuevo macho y llevar a término el embarazo hasta la llegada del siguiente.
Canibalismo filial
Hemos visto que en estos casos suelen ser otros individuos y no los padres los que provocan el infanticidio/feticidio, pero encontramos también esto en algunas especies, donde el abandono de las crías y el infanticidio paterno es una práctica habitual en el mundo animal como estrategia reproductiva. Hay algunos animales, como los peces gobio, en donde los machos (los que se encargan de la mayor parte de los cuidados parentales) tienden a devorar los huevos cuando el nivel de oxígeno compromete a todos los huevos, por lo que en este caso devorar unos pocos huevos permite la supervivencia de los demás.
En cambio, en otras especies el canibalismo se produce de forma total y no parcial, con lo que las preguntas sobre su adaptación evolutiva surgen: ¿por qué devorarlas y no solicitar más cópulas con otras hembras (generalmente, son los machos quienes cometen esta canibalización filial)?
Lo que ocurre aquí sería similar a lo que ocurre con el infanticidio masculino, regresar al período fértil una vez terminado el período de cuidado parental. En este caso, como ocurre entre una especie de peces tropicales de la familia de los blénidos (conocidos en algunas zonas como peces borracho), los machos que se enfrentan ante la cría de huevos con pocos visos de prosperar, deciden comérselos para entrar de nuevo en la fase reproductiva.
Los altos niveles de andrógenos comprometen el cuidado paterno ya que reducen la calidad inmunológica del padre, lo que podría favorecer la transmisión de patógenos a la progenie. Así, un macho no puede estar cuidando de los huevos y buscando más cópulas, ya que incurre en unos costes que superan los beneficios de las cópulas extra.
¿Y qué hay del infanticidio humano?
He aprovechado este excelente post de William Buckner para traducirlo y resumirlo y añadir otras referencias interesantes al respecto, así que el resto de referencias se pueden consultar en su entrada.
Las sociedades de todo el mundo han tenido que adaptarse a las altas tasas de mortalidad infantil, desarrollando creencias y tradiciones sociales para mitigar el impacto emocional de ver morir a tantos de sus hijos. Entre los cazadores-recolectores !Kung del Kalahari, los niños no se les pone nombres hasta varios días después de nacer, o los Gebusi de Nueva Guinea, con el 38% de los niños no llegando al primer año de vida, esperaban hasta siete meses antes de nombrar a sus hijos, cuando sus primeros dientes emergen, ya que no piensan en ellos como completamente humanos (creen que carecen de espíritu). Algunas sociedades, como la Snanaimuq del Noroeste del Pacífico, esperan años antes de nombrar a sus hijos debido a las altas tasas de mortalidad infantil, que pueden rondar el 40%.
A pesar de que nuestra especie ha tenido menos riesgos predatorios que otras a lo largo de nuestra historia evolutiva, las cifras de mortalidad infantil son iguales o en algunos casos superiores a los de otras especies humanas y de primates. Algunos estudios³ apuntan a una media del 27% de mortalidad infantil y que el 47% de los niños no llegan a la pubertad. Y necesariamente los cuidados parentales han sufrido una importante selección para evitar que fueran todavía más altas.
Pero si existe esta selección hacia los cuidados parentales y hay un riesgo predatorio escaso, ¿por qué estas altas tasas? por un lado tenemos las enfermedades que han sido devastadores hasta hace relativamente poco en todos los rincones del mundo; pero también parece que el infanticidio ha jugado un papel crucial, quizá no de forma generalizada, pero sí muy presente en muchas sociedades. Algo que puede resultar paradójico, pero pensemos que el aborto y el infanticidio que se ha practicado en China recientemente ya lo encontramos referenciado4 en las obras de Platón o Aristóteles, o que los asesinatos a niños pequeños se encuentran presentes en prácticamente todas las regiones y períodos históricos, ya fuesen por causas políticas, demográficas o, como ya he mencionado en el párrafo anterior o mencionaré en el siguiente, a otras de lo más variadas
Algunos deciden matar al recién nacido por no poder alimentarlo al tener otro niño pequeño al cual amamantar (algo que sigue ocurriendo en lugares como Kenia cuando no se tiene acceso al aborto); en otros casos, como en los Aché paraguayos, el infanticidio se aplica cuando nacen enfermos, con alguna deformidad, no tienen padre o son huérfanos. Entre los Hiwi de Venezuela y los mencionados Aché, las bebés y los niños son desproporcionadamente víctimas de infanticidio, negligencia y homicidio infantil.
En otras sociedades se ha practicado un infanticidio selectivo hacia exclusivamente las mujeres con el objetivo de maximizar el número de guerreros varones5. En otras, la preferencia por los varones sobre las mujeres también parecen indicar la «necesidad» de producir hombre sanos que pudiesen ayudar más en la edad adulta en forma de caza, guerra, recolección, etc. En 1931, Knud Rasmussen registró entre los Inuit netsilik, que dependían casi totalmente de la caza y la pesca masculinas, de los 96 nacimientos que él identificó, 38 niñas fueron asesinadas.
Martin Daly y Margo Wilson6 señalan que la razón más comúnmente atribuida al infanticidio en las sociedades de este tipo (presente en 39 de 60 sociedades analizadas) es que el niño estaba deforme o enfermo. Otras razones comunes son el adulterio, la soltería de la madre y la aparición de gemelos. En varias sociedades, se consideraba que los gemelos eran un mal presagio, al no poder crecer de forma vigorosa como sí lo harían, bajo las condiciones de estas sociedades, un niño solo.

En los Beng de África, el mero hecho de nacer con un diente se considera un presagio de tragedia y era objeto de infanticidio; de manera similar, si un bebé aprendía a caminar o a hablar antes de tener su primer diente, sería su condena de muerte. Los Beng creían que en tales casos el diente era una premonición de muerte temprana, y que la única manera de evitar su sufrimiento y el de los demás era matando al bebé.
Tales creencias y prácticas pueden ser difíciles de entender, pero no provienen de la insensibilidad o falta de sentimientos hacia sus hijos exclusivamente. Las madres Beng bañaban ritualmente a sus bebés varias veces al día, y hacían joyas mágicas que esperaban protegieran a cada niño de la brujería y los ayudaran en el desarrollo apropiado. Parece que muchas prácticas infanticidas servían como una especie de mecanismos protectores ante el drama de la mortalidad infantil, en un círculo paradójico, en el que para evitar el sufrimiento del bebé, se le decidía poner fin a su vida.
Referencias
1. Lukas, D. & Huchard, E. The evolution of infanticide by males in mammalian societies. Science 346, 841–844 (2014).
2. Lukas, D. & Huchard, E. The evolution of infanticide by females in mammals. Phil. Trans. R. Soc. B37420180075 (2019).
3. Volk, A. A. & Atkinson, J. A. Infant and child death in the human environment of evolutionary adaptation. Evolution and Human Behavior 34, 182–192 (2013).
4. Olsen, Diane, «Infanticide in human groups» (1986). Graduate Student Theses, Dissertations, & Professional Papers. 7994. https://scholarworks.umt.edu/etd/7994
5. Divale, W. T. & Harris, M. Population, Warfare, and the Male Supremacist Complex. American Anthropologist 78, 521–538 (1976).
6. Daly M & Wilson MI (1984) A sociobiological analysis of human infanticide. Pp. 487‑502 in G Hausfater & SB Hrdy, eds., Infanticide: comparative and evolutionary perspectives.
7. Chagnon, Napoleon A., 1938-. (1977). Ya̦nomamö, the fierce people. New York :Holt, Rinehart and Winston.
Palombit, R. A. Infanticide as Sexual Conflict: Coevolution of Male Strategies and Female Counterstrategies. Cold Spring Harb Perspect Biol 7, a017640 (2015).
Zipple, M. N., Roberts, E. K., Alberts, S. C. & Beehner, J. C. Male‐mediated prenatal loss: Functions and mechanisms. Evolutionary Anthropology evan.21776 (2019).
Rosenthal, G. G. Reproductive Strategies: Eat Your Kids to Restart Your Sex Life. Current Biology 28, R946–R948 (2018).
Excelente e enjundioso estudio, con alto valor informativo y cultural por las bases científicas en que se apoya. Felicitaciones
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Muchas gracias!
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